Reseña
"The Brooklyn Follies" by Dani e Tha is licensed under CC BY-NC-SA 2.0. To view a copy of this license, visit: https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.0 |
Al comenzar
la lectura de Brooklyn
Follies,
una novela de Paul Auster, necesitaba disciplinarme mucho para poder
seguir con lo que me parecía un cúmulo de ideas e historietas mal
escritas, caóticas y carecientes de sentido. Lo que más me
preocupaba era mi contínuo y frustrado intento de encontrar algún
mensage. Como Hajime de Al
Sur de la Frontera, al Oeste del Sol
de Marukami buscaba “aglo echo para mí”, algo que tenga relación
con mi propia vida, algo que yo tuviera en común con el autor, un
lenguage que posibilitara la comunicación. El hecho que lo escribió
un Norteamericano y se trata de hechos que se desarollan en aquel
país no facilitaron mi tarea, visto que esta cultura es
completamente incrompendida por mi parte y sólo me recuerda mi
fracasada búsqueda en algo que nos une a los humanos como especie en
todos los continentes.
Pero
precisamente este ideal me trajo la solución. Cedé a mi instinto y
seguía leyendo el libro tal como lo percibía, una narrativa de
personas degeneradas, pervertidas o en su mejor caso locas y
confundidas. Esta percepción no reflejaba el encuentro con sus
personages sino mi opinión sobre el autor y “los americanos en
general”. Pero esta vez, tomé este enfoque de manera consciente.
Convertí la lectura en un tipo de sesión de psicoanálisis del
autor y su cultura con una oreja abierta para escuchar en que parte
este análisis sea corrumpido por mis propios prejuicios.
Como
afirmé inicialmente, considero el libro una escritura deficiente.
Por gran parte por la técnica narrativa del autor, que no parece
desvelar un hilo rojo en todo el context, incluso careciente de
contexto. Qué es lo que quiere decir? Auster juega con muchos
elementos estilísticos; historias intercaladas, cambios de
perspectiva, trasgresión entre la ilusión y los hechos reales,
metáforas emergientes al azar y un sin fin de referencias a la
teoría filológica y literaria sin relación obvia con la propia
historia. Puede que simplemente se trata de una temprana obra del
autor, insegura en su estilo y en fase de experimento, puede que los
que le premiaron se equivocaron o pertenecen al mismo ámbito de
personas confundidas. Existe un mundo en el que todos se equivocan
menos yo? Quisó la casualidad que algunos de nuestro club compartían
esta misma experiencia conmigo, lo que convirtió la lectura en un
“ellos” contra “nosotros”. Supongamos que son precisamente
los locos que dicen la verdad. Supongamos que el autor eligió todo a
propósito, hasta las cosas mas descabelladas. Qué podemos deducir
de todo ello? Ella no sólo comunica los hechos: la vida es un asco.
Crea un punto de unión, un Dios el medio con el que comunicamos
identidad y personalidad.
Incongruente,
caótico y sin sentido – así me pareció el estilo, el contexto y
la narración en su conjunto. No es esto el mensaje que trasmite
Auster en cada página? La vida carece de sentido. No es cruel, pero
hace sufrir porque no tiene importancia y no deja escapatoria. Tal
vez por esto todos los personajes parecen estar buscando algo que no
encuentran. Al contrario a Hajime, ellos no buscan “algo para
ellos”, ni el amor eterno, simplemente buscan sin pararse y
preguntar que es lo que valoran tanto que merecería buscar. No
buscan activamente, simplemente están ahí esperando – algo. Así
resulta comprensible la conclusión común de que la vida es un asco,
un sufrimiento sin parar de lo cuál hay que escapar. Auster nos
propone la vida, la propia narración de cada uno como un problema,
el problema de poner orden donde objetivamente no existe ninguno. Su
solución no es la creativdad, la fuerza que obliga a los elementes
de unirse a un todo uno, tan admirada en la tradición europea. Más
bien sugiere la evasión, la imaginación de un mundo irreal,
careciente de base material trás el cual la vida no cobra más
sentido pero sí gracia, sensaciones placenteras que ayudan a olvidar
la cruda realidad. La imaginación como paliativo o droga. De hecho,
todos los personajes parecen adictos a alguna cosa.
Entre
los personajes, que según mi opinión están mal elaborados,
superficiales hasta el punto de romper con cualquier experiencia
terapéutica, y llenos clichés que no se contrastan con ninguno de
los datos empíricos a mano, un personaje une este concepto de la
vida como problema irresoluble a la perfección: Harry el homosexual.
Harry es muchas cosas, pero su homosexualidad tan estilizada que
demarca su personaje más que cualquier otra cosa expresa la
incapacidad de hacer la paz con el mundo y conformarse con un marco
dado. Así también Harry es un criminal, un estafador, y lo es por
elección. El engaño es lo que da vida a sus días, que le da alma
se podría decir.
Tom
tampoco puede asimilar su realidad física con su espiritualidad. Es
gordo demás y abandona lo que le apasionaba aparentemente.
Aurora,
la mujer violada, ofrece al mundo su propia locura como respuesta a
la arbitrariedad de la vida.